OSEF pone en riesgo vidas al negar medicación vital a afiliados

Noemí Orozco vive una batalla diaria contra una enfermedad rara en el páncreas que los médicos de Río Grande tardaron años en diagnosticar. Su historia no solo expone la fragilidad del sistema de salud, sino también la falta de sensibilidad y respuesta de la obra social que debería protegerla.

“Me enfermé de páncreas, los médicos de Río Grande no sabían lo que yo tenía. Sabían que algo había, pero no lo podían diagnosticar. Me derivaron al Hospital Británico de Buenos Aires, donde tardaron cinco años en encontrar la enfermedad”, contó Noemí por Radio Provinica

Lo que describe es una rara patología pancreática que trae consigo una hiperproducción de insulina, provocando en ella episodios severos de hipoglucemia con pérdida de conocimiento: “mi organismo produce siete veces más insulina, sufro hipoglucemias severas y si no me pongo la medicación cada 28 días, puedo caer desmayada y hasta morir”, detalló.

La medicación que recibe es oncológica, importada de Estados Unidos tras un envío a la Universidad de Columbia, y es uno de solo dos casos en el país. Sin embargo, los obstáculos con la obra social del Estado fueguino han sido una batalla constante, a pesar de contar con certificado de discapacidad.

“No me dan la medicación a tiempo, el farmacéutico encargado no presenta los pedidos y he tenido que estar nueve horas en la guardia con hipertensión por falta del tratamiento”, denunció. “El mes pasado no me dieron la medicación y terminé internada. La obra social termina gastando mucho más por no facilitar mi tratamiento”, agregó.

Sus palabras revelan una decepción profunda con las autoridades de la OSEF: “tenemos una presidenta y un vicepresidente que se olvidan de dónde vienen, se ríen en la cara de los afiliados, y mantienen en la obra social a personas que no sirven”.

Pese al cansancio, Noemí insistió y pidió “queremos que alguien escuche». Yo «no elegí enfermarme, pero necesito que me den la medicación y no que me hagan sufrir esta agonía”.

Esto es una llamada urgente a la empatía, el compromiso y la responsabilidad en un sistema que, como planteó la paciente, no debe tratar la salud como un juego político o una ‘cajita de Pandora’. Porque detrás de cada afiliado hay una vida que depende de decisiones que deben ser justas y humanas.

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